24.8.16

Memoria y transmisión intergeneracional del trauma


Actualmente sabemos que procesamos nuestra experiencia emocional a través de dos vías, la consciente y la inconsciente, relacionadas con unas zonas determinadas del cerebro: el hipocampo (parte media del lóbulo temporal) y la amígdala, ganglios basales y áreas parieto-temporo-occipital (localización más difusa), respectivamente.
Diversos experimentos y estudios demuestran que hay experiencias que sin pasar por la conciencia se inscriben en un registro inconsciente.
Actualmente, se considera (E. Kandel y otros investigadores de la memoria) que existen dos grandes ámbitos o tipos de memoria: la llamada memoria explicita o declarativa, de tipo consciente y evocativa (Hipocampo), relacionada con la zona prefrontal capaz de inhibir las funciones del hipocampo (correlacionado con el inconsciente dinámico o reprimido), y la memoria implícita o procedimental, que es inconsciente.
Las relaciones y experiencias, individuales o grupales, de un sujeto con su ambiente influyen en lo emocional (las primeras relaciones del niño con sus padres o cuidadores son básicas para su desarrollo emocional, como ya mostro el psicoanálisis desde sus inicios) y son procesadas, más o menos elaboradas, de forma consciente unas y de forma inconsciente otras, dependiendo del impacto y sentido que puedan tener para nosotros.
Pero es que además estas relaciones y experiencias (sobre todo aquellas iniciales) no solo determinan nuestros aspectos emocionales, sino, incluso, nuestra estructura cerebral. Los diversos estudios recientes sobre la que plasticidad cerebral son una buena evidencia de ello.
En esta línea son sumamente interesantes las investigaciones que nos muestran como el grupo, y la organización social, pueden regular las características biológicas de los sujetos (ej. de diferentes investigaciones: sobre el trabajo cooperativo y placer, Rilling,2002; sobre la maduración morfológica sexual en los grupos de orangutanes y la presencia/ausencia del macho dominante, Maggioncalda y Sapolsky, 2002; sobre miedo y endocrinología, Carter, 2005).
En definitiva, parece que podemos afirmar, desde diferentes ópticas o enfoques convergentes, que las condiciones y características sociales pueden afectar, en cualquier momento del ciclo biográfico, los parámetros biológicos y somáticos de los sujetos. Esta afectación es en gran medida inconsciente.
Es en este sentido que las experiencias de traumas colectivos pueden ser interiorizados y “vividos” a través del cuerpo como consecuencia de procesos no elaborados mentalmente, o reprimidos en la memoria, y que en parte se “descargan” en nuestro cuerpo.
Las experiencias vividas y relatadas por combatientes en determinados conflictos bélicos que manifiestan trastornos por estrés postraumático son evidencias de lo anterior.
Existen gran número de trabajos (demasiado silenciados) sobre diferentes conflictos que nos hablan de dichas experiencias.

Un buen ejemplo de todo ello puede ser el artículo de Rignam Wangkhang referido a las experiencias de niños indígenas de Canadá en las llamadas “Escuelas residenciales”, http://www.ozy.com/fast-forward/can-trauma-be-passed-from-parent-to-child/70261

Children at All Saints Indian Residential School, in Saskatchewan, in 1945.  


  

Marcel Cirera, 24/08/2016